Cuando salí de Marbella aquella plomiza mañana de mediados de enero, pensé: “Vaya día que he elegido para jugar al golf”. Lloviznaba y hacía frío. Había reservado en el Club de Golf Costa Ballena, situado entre Rota y Chipiona, junto a una de las mejores playas de la costa gaditana. Mi ánimo comenzó a cambiar mientras conducía en dirección a Jerez por la Ruta del Toro. Se sucedían las dehesas y podían verse manadas de toros bravos pastando apaciblemente a un lado y otro de la autovía.

Cuando llegué a mi destino, apenas hora y media después, el tiempo era otro radicalmente distinto. Lucía un sol magnífico y el cielo era de un azul tan intenso que parecía tratado con Photoshop. Me alegré de no haber sucumbido a mis reticencias de un par de horas antes, que casi me hacen darme la vuelta.

Merece la pena venir a la costa gaditana, donde el paisaje, los pueblos, el mar, el ambiente, es tan diferente de la Costa del Sol.

Hacía más de diez años que no jugaba en Costa Ballena, aunque lo había visitado con alguna frecuencia, eso sí, sin salir de la casa club. El campo, desde luego, se había transformado radicalmente: la vegetación había crecido y aumentado muchísimo, y el aspecto general era impecable. También se habían añadido nueve hoyos más, una gran zona de prácticas, posiblemente la mayor de Europa, y otros nueve hoyos pares 3.

Costa Ballena es uno de los diseños de los que José María Olazábal se siente más orgulloso. Se inauguró hace doce años y forma parte de un complejo turístico y residencial de unas 500 hectáreas, donde se ubican espléndidos hoteles y varias urbanizaciones. El terreno de juego es amplio y despejado, ocupa una quinta parte del macroproyecto iniciado por la familia Orleans-Borbón y la Junta de Andalucía. Quizá sea éste uno de los campos andaluces más de ‘estilo’ americano, algo así como el Blue Monster de Doral, en Miami, con mucha agua, calles amplias, algunas junto al mar, y una vegetación tropical en la que se encuadra un inmenso palmeral, que delimita mucho el recorrido, que es prácticamente llano y muy fácil de andar.

La responsable del caddy master y la tienda lo tenía todo preparado para mi jornada de golf: un buggy nuevo y muy limpio, la tarjeta de recorrido, etc. Es muy importante la primera impresión que se recibe al llegar a un club de golf e Isabel te hace sentir cómodo y bienvenido. Es de agradecer, porque no siempre es así.

La casa club de La Ballena es un típico ‘chozo’ con tejado de paja (castañuela) construido al viejo estilo de la zona de las marismas.

Cuenta con todos los servicios que se pueden esperar de un ‘club house’: cafetería, restaurante, etc., y alguno más, como un gran gimnasio, por ser el complejo un centro de alto rendimiento al que acuden habitualmente equipos de las federaciones nacionales de Suecia, República Checa, Finlandia, etc.

El recorrido oficial de este campo gaditano es el formado por sus primeros 18 hoyos. No es largo, se pueden coger los greenes con cierta facilidad con el segundo golpe en los pares cuatro, pero tiene un rough bastante complicado y unos greenes rápidos y pequeños.

El hoyo 1 es un par cuatro de 345 metros desde amarillas (a partir de ahora, siempre las distancias se señalarán desde las barras amarillas). La complicación aquí es el fuera de límites por la derecha, que entra bastante en juego, y los múltiples olivos que hay en la zona izquierda de la calle. Un buen drive te deja un hierro 7 u 8 a un green muy pequeño y muy bien protegido por bunkers y con un gran piano.

El 2 es un par tres largo, de 205 metros, en el que, dependiendo del viento, habrá que pegar madera tres o como poco un híbrido o hierro 2. Tras el green hay un gran bunker esperándonos. Mejor no pasarse. El green es de los más grandes, pero con caídas pronunciadas.

El 3 (322 m.), es uno de los hoyos más cortos del campo, con un ligero dog leg a la derecha. Con una buena salida, el segundo golpe es muy corto a un green protegido por bunkers en el lado derecho.

En el 4, par cuatro de 371 metros, es importante dar un buen drive, como siempre, porque si no nos quedará un segundo tiro muy largo a un green con bunkers a la derecha pero con muy buena entrada por la izquierda.

En el 5, par cinco de 500 metros, hay que controlar muy bien el fuera de límites por la izquierda y los bunkers situados justo la caída de bola. En el segundo golpe entra en juego el agua situada a la derecha, por lo que no conviene ser muy agresivo en este hoyo. Llegar de dos es muy complicado.

Para jugar el 6, par tres de 147 metros, es fundamental fijarse en la posición de la bandera porque puede haber una diferencia de tres palos. Para llegar a green hay que sobrevolar un obstáculo de agua que impone.

El 7 es el hándicap uno del campo, un par cuatro de 408 metros con un dog leg a la derecha. Conviene jugar la bola por el lado derecho de la calle para intentar acortar un poco el hoyo. El segundo golpe siempre va a ser complicado, un hierro largo al green más difícil del campo, con un piano que lo divide en dos.

El 8 es un par cinco de recuperación en el que el golpe más complicado es el de salida, con un bunker que espera la caída de bola por el lado izquierdo. En el segundo golpe hay que estar atentos al agua de la izquierda.

El 9 es un par cuatro fácil, para terminar la primera vuelta. Con un buen drive, el segundo golpe es corto a un green protegido por bunkers a izquierda y derecha. No hay que pasarse porque nos esperan unas mimosas al fondo.

En la salida del 10, par cinco de 435 metros, hay un lago que nos acecha a la derecha, aunque con un buen drive existe la posibilidad de tirar de dos a green con un golpe no excesivamente largo, quizá un hierro 4 o un híbrido, pero hay que contar con el bunker frontal que nos va a complicar la vida.

El 11 es un par cuatro de 342 metros. Con viento de Levante es muy asequible, pero con Poniente se hace largo.

El 12 es un par cinco muy atractivo. Mide 474 metros y parece un hoyo típico de Florida, con una calle flanqueada por palmeras. En el drive tenemos out por la derecha. El segundo golpe hay que colocarlo en el lado izquierdo de la calle, porque abre bastante y a la derecha hay bunkers que nos impedirán tirar a un green que quizá sea el más plano del campo.

El 13 es un par cuatro complicado, handicap seis, con unas vistas increíbles de la Bahía de Cádiz y la playa de Costa Ballena. Con viento de Levante, se convierte en un hoyo infernal.

También el viento influye mucho en el siguiente hoyo, un par tres de 187 metros. Con viento frontal se hace interminable.

El 15 es el más fácil del campo, un par 4 de 305 metros, pero ojo al slice porque nos espera un lago.

El 16 es un par 3 de 135 metros, cuyo única dificultad es el lago que hay que sobrevolar y que intimida a muchos amateurs. El green es de los más complicados del campo, con dos plataformas y bunkers protegiéndolo.

El 17 es un par cuatro corto de 295 metros en el que es mejor no jugar el drive para evitar el bunker de la derecha y el agua por la izquierda.

El 18, par cuatro de 388 metros, es bastante complicado por un segundo golpe largo a un green muy protegido por bunkers. Con la bandera larga conviene jugar al menos dos palos más de los que pensamos porque es uno de los greenes más grandes del campo.

Uno de los más gratos recuerdos que me dejó mi paso por Costa Ballena fue el perfecto cuidado de sus calles, de un verde intenso que contrasta con la bermuda del rough, de un tono más blanquecino.

Para mí, los hoyos emblemáticos del campo serían sin duda el 7, el 12 y el 16.

Tras la ronda, degusté un magnífico almuerzo en uno de los mejores restaurantes de casa club de golf. La carta, variada y exquisita, nada tiene que envidiar a la de cualquier otro restaurante de alto nivel.

Dejé Costa Ballena con la firme promesa hecha a mí mismo de volver muy pronto. El viaje desde la Costa del Sol es rápido y merece la pena.