Las Brisas Club de GolfEl Real Club de Golf Las Brisas es historia viva del golf en Marbella. Fundado en 1968 por José Banús con el nombre de Club de Golf Nueva Andalucía”, el campo fue diseñado por el legendario arquitecto estadounidense Robert Trent Jones.

El americano había hecho ya Sotogrande y poco después diseñaría también Valderrama, la élite de la élite.

Los que tienen alguna edad y buena memoria o los interesados en la historia de este deporte recordarán los grandes hitos de este campo, como aquella Copa del Mundo celebrada en 1973 en la que Johnny Miller formando pareja con el Oso Dorado, Jack Nicklaus, se alzaron con la victoria final.

Parece que fue ayer cuando Miller firmaba 65 golpes en la segunda ronda y casi han pasado cuarenta años.

Ya en la década de los 80 –y de esto ya pude ser testigo– el campo siguió acogiendo grandes torneos; por ejemplo, el Open de España en 1983 y 1987. Este último se lo adjudicó Nick Faldo en reñida pugna con Seve Ballesteros. En el 89 volvió a jugarse en Las Brisas la Copa del Mundo, y fue el diluvio. Cayó tanta agua que al final se jugaron sólo 36 hoyos. Fueron los australianos Wayne Grady y Peter Fowler los que lograron imponerse bajo aquella manta que cayó del cielo. José María Cañizares y Chema Olazábal quedaron subcampeones.

Dos años más tarde, en el 91, Las Brisas acogió el que sería en su momento el torneo mejor dotado de un sólo día: 450.000 dólares, que se jugaron en un skins game Curtis Strange, Mark Calcavecchia, Bernhard Langer y John Bland. Para poder apreciar aquella cifra sólo señalar que suponía entonces tres veces más que lo que ganó Ian Baker Finch cuando logró alzarse con el triunfo en el Open Británico la semana siguiente.

Que este campo es una de las mejores creaciones de Trent Jones no cabe duda. Es todo un ejemplo de cómo hacía las cosas.

José Banús le dejó elegir la mejor zona de la finca y él lo hizo. Construyó el campo en el más espectacular y precioso valle del entorno. Las casas ocuparían el resto.

El recorrido lo sembró de obstáculos de agua: hay diez lagos artificiales alimentados por dos arroyos, que entran en juego en nada menos que doce hoyos. Los greenes, en su mayoría elevados, están muy bien protegidos por bunkers. También fue original Trent Jones en su momento empleando Bermuda en las calles y Pencross Bent en los greenes.

Ahora, con el nuevo material, podría decirse que no es un campo largo, pero sí complicado y atractivo que requiere un golf de precisión.

“Las Brisas”, dijo en una ocasión el norteamericano Paul Azinger, no tiene un mal hoyo. De hecho es uno de los mejores campos que he podido jugar”.

Al espléndido diseño del recorrido habría que añadir otra genialidad que no sé sí en estos tiempos sería posible, por la obligatoriedad, creo, de utilizar flora autóctona. José Banús encargó la jardinería y la arboleda del campo al inglés Gerald Huggan, que acababa de regresar de Kenia donde había diseñado los jardines de Nairobi. Hizo un verdadero santuario botánico con árboles de todos los continentes, África, Asia, Australia, América, Europa… Especies únicas que en ningún otro sitio del sur de Europa pueden disfrutarse.

En los diez años siguientes a su fundación Las Brisas fue un campo abierto y se convirtió en uno de los mayores atractivos turísticos de la zona. En el 81 pasa a ser un club de socios, actualmente 1.225, de más de treinta nacionalidades.

De momento, el campo admite un número limitado de visitantes al día, doce, es decir, tres salidas. Aunque esto puede cambiar el año entrante. No tiene un green fee barato, pero sin duda merece la pena.

Hacía años que no jugaba en Las Brisas, pero mi memoria enseguida comenzó a funcionar y a rememorar cada rincón que volvía a pisar.

Me había citado con Ian Martin, un británico que dirige el campo con maestría desde tres años, y con el profesional y director deportivo Ricardo de Miguel, que fue con quien finalmente salí a jugar.

Ricardo llegó al club de la mano de su padre, Sebastián, El Duque, uno de los grandes jugadores españoles de todos los tiempos, ganador, entre otros torneos, de varios Open de España. En su haber –y no por eso le llamaban El Duque– fue él quien enseñó a jugar al rey Juan Carlos cuando era príncipe.

Para Ricardo éste es un campo con muchos encantos y posibilidades: puede hacerse complicado o relativamente fácil, dependiendo de la preparación o posiciones de bandera que quiera dársele. “No hay que olvidar que es un diseño de hace ya algunos años, y entonces las distancias no eran lo esencial”, dice.

De todas formas, de las dificultades que se le pueden poner da una idea el hecho de que aquí se ganase el Open de España en una ocasión con el par del campo, estando los greenes tremendamente duros y rápidos y con un rough tipo Valderrama.

“Lo esencial de Las Brisas es su diseño, su vegetación”, señala Ricardo, “y sobre este tema hay una historia curiosa al menos: Hace unos años y durante varios se estuvo buscando al señor Huggan para consultarle algunas reformas en la jardinería y ver qué tipos de árboles se podían reponer, y al no encontrarlo se pensó que había que muerto. Pero no había sido así y un día nos lo encontramos de forma inesperada en el pueblo de Benahavís, donde llevaba tiempo residiendo. El problema es que se le buscaba en Gran Bretaña. Está ya muy mayor, pero se conserva perfectamente”.

Podríamos haber seguido charlando y charlando, “volando lengua”, como dicen en Nicaragua, pero se nos hacía tarde para jugar, así que nos dirigimos al tee del 1.

El primer hoyo, par 4 de 355 metros desde amarillas, que será la referencia que utilizaremos desde ahora, no es muy intimidatorio, aunque el agua entra ya en juego en forma de pequeño lago delante del green. Es un hoyo al que se le recortaron unos diez metros para ubicar la tienda, pero esto no ha implicado una gran variación. El drive te puede dejar un segundo tiro a unos 120 metros. Si pegas más largo se complica todo porque el terreno está cuesta abajo. El green está bien defendido por bunkers y cae ligeramente de derecha a izquierda.

El segundo hoyo, otro par 4, de 367 metros, es más complicado que el anterior. Hay fuera de límites y agua por la parte derecha, más o menos a la caída de un drive normal. Si nos apoyamos en los dos bunkers que hay en la izquierda, el segundo tiro será menos complicado, aunque bastante largo y cuesta arriba. El green, como siempre, muy protegido por bunkers.

El 3 es el primer par 5 del campo, mide 435 metros y resulta realmente corto. De hecho, es un par 5 por un solo metro. Es posible llegar de dos. El único problema es que el green recibe cuesta abajo, por lo que es fácil que la bola salga de la plataforma cuando botas en ella tras un tiro con madera de calle o hierro largo. Puede ser mejor jugar un hierro corto y ser más preciso con el tercer golpe.

El 4, par 3 de 179 metros, cuenta con un gran bunker frontal que defiende un green elevado. Siempre es mejor entrar por la zona de la derecha, aunque ahí también hay bunkers. El problema aquí se suscita cuando la bandera está corta y a la izquierda.

El hoyo 5 es el segundo par 5 del campo (512 metros). Además de la distancia, no presenta grandes dificultades. Hay fuera de límites por la derecha, por lo que hay que apoyarse ligeramente en la izquierda. El segundo golpe es recto, y el tercero, si no hemos fallado antes, quedará a tiro de hierro 9 o wedge. El green recibe cuesta abajo, por lo que la bandera larga y a la izquierda es la mayor complicación.

El hoyo 6, par 4 de 311 metros, tiene dos formas al menos de ser jugado. Nicklaus comentó que lo más bonito era jugarlo por la izquierda porque con el segundo golpe afrontas el green con un obstáculo de agua delante. Si se lo juega por derecha hay la posibilidad de acabar cayendo al lago, y además el green no se aprecia de la misma forma. El golpe de salida es fundamental. Si se da demasiado largo, acabas en el agua. El green es bastante complicado, muy protegido por bunkers en la derecha (el agua está en la izquierda) y con caída de derecha a izquierda.

El 7 es un par 3 de 153 metros. El green se modificó porque, a pesar de que era muy grande, contaba con dos plataformas muy complicadas que hacían difícil las posiciones de bandera. Ahora más plano, es un hoyo más asequible.

El 8 es un par 5 de 446 metros, el tercero de la primera mitad del recorrido, con trampas por todas las esquinas. La salida, sin embargo, no tiene mucha dificultad. Hay que apoyarse en la izquierda porque por la derecha la calle está totalmente bordeada por un largo río-lago que llega hasta el frontal del green. Para el segundo golpe hay dos opciones: por la derecha, hacia la zona de prácticas, que deja un tercer tiro mucho más noble a un green protegido por bunkers a derecha e izquierda, o jugarlo por la izquierda que deja un tercer golpe de unos 120 metros, pero hay árboles en la zona izquierda en la línea de tiro, y si la bandera está en ese lado es complicado. Además el green está protegido desde esa zona por agua delante y bunkers a ambos lados.

El 9 es un par 4 de 296 metros sin demasiada historia. Supone un pequeño respiro y debería resolverse con facilidad con madera 3 y un hierro corto. Sin embargo, el green tiene una lectura difícil. Cae de izquierda a derecha y algunas banderas son complicadas. Si se falla green por la izquierda, el golpe de recuperación es uno de los más problemáticos del campo.

La segunda vuelta comienza con el hoyo 10 un par 4 de 338 metros que hace dogleg a la izquierda. A su derecha hay un espacioso campo de prácticas. El drive hay que apoyarlo en la derecha para asegurarse un approach sin obstáculos arbóreos. El green, como siempre muy bien protegido, tiene dos ligeras plataformas.

El hoyo 11, par 3 de 172 metros, es sin duda uno de los más bonitos del campo. Desde mitad de la calle y hasta la parte posterior del green hay un gran lago en la zona izquierda. A la derecha de green hay un gran bunker, y otros dos, además del agua, a la izquierda. El golpe requiere gran precisión.

El 12 es el único par 5 de la segunda vuelta. Con 444 metros, hace dogleg a la izquierda, y es también muy, muy bonito. Toda la parte izquierda de la calle y hasta el frontal del green hay un gran lago, que es el que da de beber al campo. El drive hay que apoyarlo en dos bunkers que hay en la derecha. En el segundo golpe es mejor no intentar green por mucha distancia que se alcance, porque está muy protegido por el agua, tanto por delante como por un arroyo que pasa por el lateral. Es preferible colocar la bola para un tercer golpe de unos 80 metros más o menos.

El 13, par 4 de 333 metros, es el primero de los tres que nos conducen a través de olivares. Con las pegadas actuales, ya entran en juego los bunkers situados a la derecha de esta calle relativamente estrecha que hace dogleg hacia la izquierda. El tiro a green debe ser muy preciso por los grandes bunkers que lo rodean.

El 14, par 4 de 351 metros, es el segundo hoyo del olivar, con un ligero dogleg, muy ligero, a la derecha. Hay que apoyarse en la izquierda porque el fuera del límites nos espera en el lado contrario. La dificultad de este hoyo, además de en los árboles, radica en la bandera corta porque hay un bunker muy bien colocado en el frontal que hace difícil el acceso.

El 15, par 4 de 367 metros, ha sido modificado últimamente porque había un gran bunker a la izquierda y un enorme ciprés, lo que provocaba muchos problemas con las bolas que se iban fuera de límites por la derecha huyendo de la trampa. Ahora todos los olivos que había en la izquierda de la calle se trasladaron a la derecha, para agrandar más el dogleg. De esta forma, además, entra en juego el gran lago que recorre el hoyo 12, pero se evita que el tiro se dirija instintivamente a la derecha de la calle, donde hay casas. El segundo golpe requiere una gran habilidad, ya que va a ser más bien larguito a un green muy protegido. No en vano, es el handicap uno del campo.

El hoyo 16 es otro par 3, de 175 metros, francamente bonito, con un lago en la zona frontal. Aquí hay un tee provisional hecho por un antiguo presidente que no conseguía pasar el agua. Se llama tee Antonio de Fortuny y está a unos 155 metros. El green está también modificado. Ahora es más plano, por lo que hay muchas más posiciones de bandera, aunque todavía presenta algunas caídas que pueden producir unos putts muy difíciles.

El 17 es un par 4 corto, de 283 metros, que en principio podría considerarse de relax, pero ¡cuidado! Si no, que se lo pregunten a Jose María Cañizares que en una Copa del Mundo por querer dejar la bola tan cerca de green se la comió un bunker y la dejó prácticamente injugable, lo que afectó decisivamente al resultado final. Hay que apoyarse en la izquierda. En la derecha, para proteger el tee del 18, han puesto unos árboles nuevos, y si se juega al centro de la calle es muy probable que la bola ruede hacia ellos y se complique el segundo golpe. Desde la izquierda, el tiro a green es más franco, aunque esté defendido por dos bunkers y un riachuelo en su parte frontal.

Para acabar la ronda, el 18, par 4 de 349 metros, es un hoyo espectacular. Está defendido por un gran lago en la izquierda y hay fuera de límites en la derecha. En fin, lo de siempre: cuidado dónde se deja la bola. El segundo golpe es cuesta arriba a un green muy protegido y rodeado por unas magníficas ‘gradas’ naturales, como el 17 de Valderrama, que son sumamente útiles y agradables para la final de un torneo.

Acabar satisfecho con tu juego no es fácil en este campo, porque cualquier jugador, no importa de qué nivel, es llevado hasta el límite en esta joya de Robert Trent Jones.

El campo está, como siempre, espectacularmente bien mantenido y ahora cuenta con un nuevo greenkeeper, Jeff Robinson.

Quien no conozca Las Brisas no debe esperar más, porque este campo es otro mundo.