La Reserva de Sotogrande

La impresionante entrada a La Reserva de Sotogrande está a sólo unos pocos minutos de la salida del kilómetro130 de la autovía que va a Cádiz y cuando uno pasa la barrera de seguridad, se deleita con algunas de las espléndidas propiedades de la zona y aparca su automóvil, es absolutamente consciente de que La Reserva es una maravilla. Desde el aparcamiento, al lado de un patio que contiene numerosas fuentes, la vista sobre el campo de golf, localizado en el valle inferior, es fantástica y entran ganas de afrontar cuanto antes lo que se presume un difícil desafío.

La Reserva es un campo exclusivo que se sitúa en el segmento más alto del mercado. La casa club está construida en torno a un patio central con una fuente, bancos antiguos y limoneros. El edificio tiene un aire árabe que exuda lujo por sus cuatro costados. Un tercio de la superficie de la casa club está reservada a los socios, que cuentan con sus propios vestuarios, restaurante y salones. Me impresionó particularmente el suelo estilo rústico de barro cocido y las lámparas de hierro forjado de las paredes, combinación que crea un ambiente de distinción y le da a uno la sensación de estar en una mansión campestre.

Hacía años que no había vuelto a jugar en este campo diseñado por Cabell B. Robinson, discípulo aventajado de Robert Trent Jones, pero enseguida me encontré de nuevo como en casa. En lo esencial, muy poco ha cambiado. Eso sí, dos nuevos y jóvenes directivos llevan el campo con maestría en estos tiempos de incertidumbres.

Son Lucas de la Puente Uribe, el director, que ejerce esa función desde hace un par de años y cuya formación se ha hecho en la casa, y Manuel Ocaña, que se ha incorporado recientemente como comercial de golf.

Con los dos, handicap 3 el primero y 7 Manuel, había quedado para hacer un recorrido de golf en uno de los campos punteros de la Costa y, posiblemente, con los greenes más cuidados.

Antes de salir al campo me contaron algunas de las novedades que están introduciendo en el club para favorecer y facilitar el juego a socios y visitantes.

Entre otras cosas, han establecido una nueva modalidad de cuota anual dirigida especialmente a los que no residen todo el año en Sotogrande. En lugar de pagar 3.000 euros, serán 1.250, pero ofreciendo la opción de jugar en Navidad, Semana Santa y todo el mes de agosto gratis, y con un greenfee simbólico el resto del año.

Es una buena fórmula para los que no pueden disfrutar de La Reserva los 365 días del año.

Aunque la cuota anual ‘normal’ de 3.000 euros tampoco es una exageración, puesto que se incluyen 500 euros para consumición en el restaurante de la casa club y el derecho de utilizar el club de playa El Cucurucho para toda la familia.

De camino hacia el primer tee, pasé por la terraza de la casa club, donde los golfistas disfrutaban de un café matutino, un putting green con un espectacular mantenimiento y un campo de prácticas donde las bolas agrupadas en forma de triángulo esperan a ser golpeadas.

El hoyo de apertura mide 329 metros y se juega desde un tee elevado hacia abajo a un valle donde espera una amplia calle, por lo que el golpe de salida es relativamente sencillo. Un drive con hook nos llevaría a un obstáculo de agua que hay a la izquierda, mientras que el lado opuesto tampoco es una bicoca. El green, generoso de tamaño, con caída de atrás hacia delante, está protegido por bunkers en su flanco izquierdo.

El 2 es un par 4 que ofrece una tentadora calle con un ligero dog-leg a la derecha. En el marcador de 150 metros, la calle desciende y serpentea en su camino hacia el green, a cuya izquierda hay un lago a la espera de un mal appoach. El green está bien protegido por bunkers, y una bola pegada con exceso de fuerza desaparecerá entre los árboles.

El 3 es un par 4 corto (331 metros) con dog-leg ligeramente a la derecha y está hecho a la medida del amateur medio. La calle cae hacia una hondonada antes de subir de nuevo hacia un green elevado que tiene en su frontal un bunker en forma de trébol. La superficie del green tiene dos niveles y hay árboles flanqueándolo por la izquierda.

De pie en el tee del 4, un par 5, la vista se dirige inmediatamente hacia una serie de bunkers a ambos lados de la zona de caída de la bola, mientras que los añosos árboles del fondo crean una bella estampa. La calle serpentea en su camino entre montículos y hondonadas hasta llegar al green, que está muy protegido por bunkers a la izquierda y relativamente exento de problemas en el lado opuesto.

El quinto es un par 4 que se juega desde un tee elevado a un valle donde hay tres búnkers de generoso tamaño a la derecha. Un golpe de salida pasado, que supere los bunkers, hará que la bola atraviese el camino de buggys y termine entre el follaje. La calle gira hacia la izquierda antes de llegar a un green grande con caída de derecha a izquierda.

El objetivo en el 6, par 3 de 177 metros, debe ser el centro del amplio green porque hay agua a la izquierda y bunkers en ese lado y en su parte posterior.

El 7, par 5 de 468 metros, nos recibe con una generosa calle, pero un hook desde el tee acabará con la bola en una tumba de agua. A unos 200 metros desde el tee comienza un tramo de bunkers a la izquierda y continúa durante unos 75 metros. Después, la calle está libre de peligros, hasta que llega al green, a cuyo frente hay un mar de arena. El green es enorme, tiene forma de S y en su extremo hay cerca de una docena de pinos.

El 8, par 3 de 143 metros, se juega desde un tee elevado a un green enorme en una hondonada. Aunque el green, por su tamaño, es un objetivo enorme, especialmente por lo que al estar abajo el hoyo se juega mucho más corto que su distancia nominal, el lago de la izquierda contribuye a crear una cierta tensión.

El tee del hoyo final de la primera mitad del recorrido se acopla muy bien junto a las refulgentes aguas de un lago. Desde un valle, la calle sube bruscamente y a la altura del marcador de 150 metros hay enorme bunker circular a la izquierda que espera con avidez a su presa mientras que uno de sus ‘parientes’ acecha en el lado opuesto, y hay otro más sólo 30 metros más adelante. El green, ancho, tiene inclinación de derecha a izquierda y dispone de amplias zonas de escapatoria en la parte trasera y los costados.

El drive desde el tee del 10, par 4, es bastante espectacular, ya que la bola desciende y desciende hasta un valle protegido a la izquierda por los árboles y con un búnker acechando en la esquina derecha. Desde allí, la calle dibuja un brusco dog-leg a la izquierda y prosigue hasta llegar a un green ancho pero poco profundo con un obstáculo de agua que se extiende por la parte delantera. Un approach ‘pasado’ a la derecha se traducirá probablemente en una bola perdida.

Aunque hay una buena caminata hasta el tee del 11, está muy bien señalizada e incluso yo no me perdí. El drive tiene que buscar el lado derecho de la calle con el fin de evitar el obstáculo de agua que hay en el lado opuesto. Los grandes pegadores deben tener cuidado desde el tee, ya que en la marca de 200 metros la zona de aterrizaje entre un bunker a la derecha y el desastre de la izquierda es una franja de apenas 25 metros. Después la calle se abre de nuevo y el sello del diseñador se puede ver claramente en el número de bunkers dispersos aquí y allá. Debe prestarse especial atención para evitar los dos que hay a la entrada del green, que está en elevación. Una zona de riesgo en el lateral derecho del green la constituyen dos majestuosos alcornoques, que crean una bonita escena.

En el camino hacia el tee del 12, se agradece la sombra que, ante el fuerte sol reinante, proporciona un bosquecillo. De nuevo jugado desde un tee elevado hacia un valle, el hoyo es un rectilíneo par 4, donde una bola impulsada por la derecha recibirá una ayuda considerable gracias a la forma de la calle. El green está bien protegido por bunkers, y se debe tener especial cuidado con el pequeño que está al acecho en la parte posterior.

El 13 es un par 4 de 386 metros que se juega sobre una calle que sube bruscamente hasta que alcanza su punto máximo aproximadamente a la mitad de la marca. Un drive que llegue a la cima bien podría caer hacia atrás, una distancia considerable, hacia el jugador. Desde allí, la calle se aplana y está bordeada la derecha por árboles, mientras que justo antes del green, en el lado opuesto, hay una elevación con árboles y ramas colgantes. El green, que se inclina de atrás hacia adelante, y los árboles que lo enmarcan componen un bello escenario.

El 14, par 3, se juega desde un tee elevado a un green protegido con bunkers por delante. Aunque hay un árbol a la izquierda, este hoyo no debería presentar dificultades. Es un hoyo muy bonito, en el que destaca el brillante Mediterráneo al fondo.

Desde el tee del 15, par 5, sólo puede ver una franja de calle que parece que retoma su camino a través de un bosque, pero con sus 459 metros es seguro que tentará a los grandes pegadores. Para aquellos que aceptan el reto, el segundo tiro será la gran prueba porque el largo green tiene una entrada muy estrecha, mientras que hay un traicionero lago al lado derecho del green, donde acaban naufragando muchas bolas.

El 16 es un par 3 donde la elección del palo será de suma importancia. El green, en forma de boomerang, es muy plano y hay tres bunkers frontales que complican el golpe.

El tee del hoyo final de La Reserva está al lado de unas elegantes villas. El drive se pega hacia una calle en subida que gira suavemente hacia la derecha. A unos 200 metros desde el tee hay unos bunkers a la derecha que es mejor evitar. El green, de gran tamaño, tiene una marcada inclinación de izquierda a derecha y está protegido por dos trampas de arena en las que muchos jugadores podrían emplear un par de golpes para sacar de ahí la bola.

Disfrutando del almuerzo en la terraza junto al putting green, rememoro mi ronda y me vienen a la mente imágenes de emocionantes drives desde tees elevados hacia calles que se zambullen abajo, a veces en alarmante caída, antes de subir de nuevo a a los grandes y bien contorneados greenes. Memorables también son los greenes, cuyas siluetas varían desde la redonda hasta la arriñonada o hasta con forma de corazón. También me acuerdo de los tres búnkers de peculiar contorno y rellenados de arena blanca, el sello personal del diseñador, mientras que los árboles, arbustos y brezo proporcionan una sensación de madurez que contrasta con su relativa juventud. Yo he jugado muchos de los campos diseñados por Cabell Robinson y tengo que decir que esta creación es sin duda una de sus mejores.

Bajo la dirección del experto golfista Lucas de la Puente, La Reserva es un campo de golf bien gestionado que cautivará y llenará la memoria de imágenes excitantes gracias a sus incesantes desafíos.