Río Real ha sido siempre uno de mis campos favoritos. Me encanta disfrutar de sus interminables hileras de esbeltos pinos, en un entorno donde prevalecen la paz y la tranquilidad. El campo experimentó cierto declive hace unos cuantos años pero, a raíz de cambios en su diseño, junto con la experiencia de los greenkeepers, pronto volvió a su habitual y espectacular estado de mantenimiento y ahora ocupa un lugar de privilegio en la lista de "Los campos con el mejor mantenimiento" en la Costa del Sol.

La carretera que conduce al campo de golf está jalonada con nuevos apartamentos y villas y uno no puede dejar de preguntarse cómo afectará la actual crisis económica a las empresas constructoras, no sólo en Río Real sino también en la mayoría de los otros campos  de la costa. Al igual que en la mayoría de las cosas, el tiempo lo dirá. Al pasar con mi coche bajo el arco de entrada, un guarda de seguridad me guió hasta el aparcamiento, frente a la entrada del elegantísimo hotel que abrió sus puertas en 2001, y de allí a unos pocos pasos se encontraba el caddie-master. Verifiqué mi reserva y estuve un par de minutos en la bien surtida tienda, adyacente a los ordenados y limpios vestuarios.

En el primer hoyo, un par-4 de 312 metros, el árbol, que ha sido la causa de muchos ‘juramentos’ a lo largo de los años sigue en pie en medio de la calle, y sus ramas son más grandes que nunca . El golpe de salida es perfecto para el golfista que hace fade, que es exactamente la forma necesaria para aterrizar bien en la calle. Suponiendo que se evite el gran árbol, el approach será muy recto a un green de contorno circular con bunkers a ambos lados. El peligro de este relativamente fácil hoyo de apertura es que puede sumir al golfista en una falsa sensación de seguridad.

Entre los hoyos que yo creo más destacables de Río Real están el 5, el 11, el 12 y el 13.

El 5 es uno de esos hoyos que uno adora u odia. Se trata de un par 3 de 140 metros que se juega desde un tee en alto y cuyo flanco derecho del recorrido está bordeado por apartamentos. En incontables ocasiones, un mal golpe desde el tee puede acabar con la bola golpeando las paredes de los edificios y rebotando hacia el green, pero eso es algo que uno no puede controlar. La entrada del green está protegida por un bunker muy profundo, mientras que una bola con hook acabaría en el riachuelo. Éste es un hoyo en el que es mejor pasarse que quedarse corto, ya que hay amplio margen detrás del green.

El 11, un par 4, es probablemente el hoyo más espectacular de Río Real. Desde un tee elevado, el drive debe sobrevolar las cimas de los árboles para llegar al valle que hay más abajo. El hotel se encuentra al lado izquierdo del hoyo, mientras que hay siete grandes árboles y una plétora de otros más jóvenes en el lado opuesto. El río vuelve a aparecer en la parte delantera del green y, aunque parece bastante estrecho desde abajo de la calle, no lo es y de hecho mide doce metros. El green, de forma circular, está bien protegido por bunkers y hay palmeras a la derecha y otros árboles en la parte posterior del green, con el Hotel Incosol dominando la escena.

El 12, un par 3 que sustituyó al antiguo hoyo 17, cuenta con un gran lago que rodea en forma de herradura el lado izquierdo del green y hace que el golpe desde el tee no admita errores.

El 13, par 5 de 506 metros, no sólo es el hoyo más largo del campo sino también uno de los más pintorescos. Con su sinuoso trazado a través de una avenida de árboles, sólo el más largo de los pegadores podrá llegar a green en dos.

El campo termina con dos pares 4 alineados con árboles. Caminando por este último tramo del recorrido me di cuenta del gran verdor del campo y lo bien que estaban segadas las calles, con sus franjas creando la impresión de diferentes sombras. Río Real, diseño de Javier Arana, se estrenó en 1965, y la renovación y modernización de la que ha sido objeto en los últimos años han hecho de él uno de los mejores campos de la Costa, apto para todos los niveles de handicap y una auténtica delicia para jugar.

Después de una ducha, me dirigí al restaurante y alivié el envejecimiento de mis extremidades disfrutando del sol sentado en una silla de mimbre en la terraza. No pasó mucho tiempo antes de que apareciera un camarero para atenderme, y en un abrir y cerrar de ojos me sirvió agua con gas y una sabrosa tortilla. Mientras disfrutaba del almuerzo, se reproducían en mi memoria imágenes de un campo que es un remanso de tranquilidad y un ejemplo de buen mantenimiento, con las calles cuidadosamente cortadas, con los bunkers bien rastrillados y con unos greenes de primera clase. Río Real rezuma una madurez de la que sólo pueden presumir unos pocos campos en la Costa del Sol.

Desde el momento en que llegué al aparcamiento, tuve la sensación de que todo el personal en Río Real ha sido bien instruido en el arte de cuidar a los visitantes. Desde los excelentes vestuarios, donde hay disponibles un montón de relucientes toallas blancas, pasando por una zona de primera clase donde se hace el check-in bajo la supervisión del siempre atento caddy-master Juan Cantos, hasta un delicioso restaurante donde los más sencillos snacks son tan bien presentados, todo está orientado a hacer que el visitante se sienta muy bien acogido. Río Real se ha ganado legítimamente su lugar de privilegio entre los mejores campos de golf costasoleños.