No lleva la cuenta del número de campos que ha diseñado, porque, dice, lo que le interesa es la calidad y no la cantidad. En la Costa del Sol, donde fijó su residencia hace 45 años, es, junto con Robert Trent Jones, el más prolífico de los diseñadores, ya que siete llevan su firma: Finca Cortesín, Santana, La Reserva de Sotogrande, La Cala (sus tres recorridos de 18 hoyos) y Valle Romano. Cabell B. Robinson es uno de los más prestigiosos diseñadores de golf de Europa y vive desde hace muchos años en la Costa del Sol, adonde lo envió su maestro y mentor, el legendario Robert Trent Jones, “yo creo que porque no le gustaba mi bigote”.

Nacido en 1941, este estadounidense licenciado en Historia por la Universidad de Princeton que se formó luego en la Escuela de Diseño en Harvard y posteriormente se graduó en Arquitectura Paisajística por la Universidad de Berkeley, al terminar sus estudios empezó a trabajar a las órdenes del gran diseñador de campos de golf Robert Trent Jones, a cuyo hijo menor había conocido en Harvard.

En 1970 Cabell se muda al Viejo Continente para hacerse cargo de la oficina de Jones en Europa y se establece en la Costa del Sol, donde tiene fijada su residencia desde entonces. Único miembro de la American Society of Golf Course Architects en Europa, Cabell estaría diecisiete años con Jones hasta que en 1987 se estableció por su cuenta. Antes de la mudanza a este lado del Atlántico, Cabell ya había diseñado dos campos en Estados Unidos y uno en Puerto Rico. En Europa estuvo implicado, por no decir que fue realmente el autor, en la creación de la veintena de campos que Jones firmó en este continente desde que abrió aquí su oficina.

Ya siendo su propio jefe, Cabell diseña en España los campos de La Cala de Mijas, La Reserva de Sotogrande, Santana Golf & Country Club, Valle Romano, Finca Cortesín , Las Colinas y Castillo de la Mota. También crea campos en Portugal, Suiza, Italia, Chipre y Marruecos. Destacan el luso Praia del Rey, el marroquí Golf Les Dunes y el galo Evian Resort Golf Course, sede del major femenino The Evian Championship.

De hablar pausado, afable rostro resaltado por el poblado y característico mostacho que le acompañada de toda la vida, tocado con una llamativa gran pulsera plateada de estilo étnico que resalta en su antebrazo derecho, Cabell no tiene pelos en la lengua y sacude –eso sí, educamente– mandobles dialécticos a aquellos diseñadores que sólo piensan en el dinero y no en un trabajo bien hecho.  “Yo he rechazado encargos porque el terreno no era el idóneo, pero no todo el mundo lo hace”, dice a modo de presentación. Y cuenta una anécdota a este respecto sobre uno de los encargos que rechazó, en la Costa del Sol, y que finalmente firmó otro diseñador. “Después de haber dicho que yo no diseñaría allí un campo, me enteré de que mi íntimo amigo Roger Rulewich, que estuvo 35 años con Robert Trent Jones, también rechazó la oferta. Él tampoco sabía que yo había dicho que no”. 

Sus “bestias negras” son los grandes golfistas profesionales metidos a diseñadores. A todos los considera en cierta manera como intrusos en el mundo del diseño, por su falta de conocimientos profundos en la materia más allá de su experiencia como jugadores, aunque establece dos tipologías: la de aquellos que se rodean de buenos profesionales del diseño, y la de los que se dejan asesorar por amateurs en materia diseñadora. “La verdad es que ninguno de ellos hace el trabajo de routing”, señala.

“Yo admiro a Jack Nicklaus, y está muy bien preparado”, admite,  “pero dudo mucho que si le dan un papel en blanco sea capaz, sin topografía, de dividir el terreno y hacer un diseño. Seguro que lo haría mejor que los otros (jugadores famosos), no lo sé, pero básicamente los otros profesionales no tiene ni puta idea”.

Y se retrotrae a su maestro: “Cuando Jones empezó, en los años 30, él tenía que hacer todo. Hoy día nadie hace todo; yo no hago por ejemplo el diseño del riego, ahora que es tan tecnológico, y se lo encargo a un especialista independiente, pero creo que los golfistas profesionales no están formados para diseñar camposde golf. Sin embargo, ellos tienen el nombre, la fama, y es muy difícil para los arquitectos esa competencia, especialmente en Dubai y sitios así, donde siempre buscan a un jugador de renombre. Cuando Nicklaus empezó a diseñar, hace más de cuarenta años, tener un campo de Nicklaus era algo especial, único, pero hoy día esa exclusividad ya no existe porque ha diseñado más de trescientos”.

¿Cómo acomete un gran diseñador como Robinson un nuevo proyecto? “Lo primero que hay que hacer es ver el terreno, la topografía, para ver si se puede o no construir ahí un campo de golf. Yo puedo visualizar enseguida dónde van en principio los hoyos, no en detalle, pero sí en general, nueve hoyos por aquí y los otros nueve por allá, o algo así. El resto es más sencillo. Hay que hacer planos, pero sobre todo hay que conocer el terreno y estar a pie de campo supervisando la construcción”.

Y vuelve a acordarse de su mentor: “Una de las lecciones que aprendí de Jones es que el routing, el trazado del campo, es lo más importante, porque es como lo que hace un sastre, que una vez que corta el material no se puede cambiar mucho. Para mí, el routing es lo fundamental. Es muy fácil  encontrar un sitio para un green fenomenal, pero una vez que decides que aquí voy a hacer un par 3 o un par 4 eso va a determinar el resto del routing, cómo serán los demás hoyos. Hay excepciones, por ejemplo en Cypress Point, que tiene dos pares 3 seguidos, el 15 y 16, en el terreno más fabuloso del mundo, y ahí el arquitecto Alister MacKenzie lo hizo muy bien porque son casi los hoyos más famosos del mundo. Pero es fácil caer en la trampa de hacer un hoyo precioso que luego puede perjudicar el resto del routing”.

–¿Qué opinión tiene de los campos de golf de la Costa del Sol en general?

–Tenemos seis o siete campos entre los mejores de Europa, y además en algunos el mantenimiento, como en Valderrama, Finca Cortesín y otros, es de un nivel muy alto. Eso requiere mucho dinero, y la mayoría de los campos en Europa no pueden llegar a ese nivel. Otro campo destacable es Las Brisas, donde Kyle Phillips ha hecho un gran trabajo en la reforma. El club ha invertido mucho dinero, pero el resultado es excelente: estoy impresionado.

Sobre los nuevos diseñadores estrellas que están ahora en el candelero mediático, Cabell dice que algunos están “quizá demasiado interesados en el efecto visual del campo, en la estética, en hacer algo muy espectacular a la vista”. Y saca a la palestra a Tom Doak: “Tiene mucho talento, he visitado varios de sus campos en Estado Unidos, pero no me gustan porque a menudo “entierra dinosaurios” en su greenes,  o sea, que tienen demasiadas ondulaciones, y la bola se puede mover mucho aunque hayas pegado un buen golpe, por lo que los greenes resultan injustos”.

Al final de la entrevista aparece en la terraza de la casa club de La Cala el director del resort, Ken Flockhart, y Robinson empieza a hablarle del tiempo que ha trascurrido desde que hiciera el primero de los tres campos del complejo. Lo hace sin nostalgia, sonriendo, con tono pausado... Así es Cabell, un hombre tranquilo.