Con seis victorias ambos,  Lee Treviño y Betsy King ocupan la séptima plaza en los rankings masculino y femenino de ganadores de grandes.

Aparte de por su  fantástico juego, Lee Trevino era –y es– bien conocido por su sempiterna sonrisa y su peremne buen humor. De ahí le viene su apodo, el Mexicano Feliz, a este hombre, que se crió en Garland, Dallas, en una humilde cabaña en la que no había ni agua corriente. No conoció a su padre y fue criado por su madre y su abuelo. Con sólo 5 años, en 1944, el entonces diminuto Lee se tuvo que poner a trabajar en las plantaciones de algodón de Texas para ayudar a la exigua economía familiar.

Afortunadamente para él, un día conoció el mundo del golf gracias a un tío suyo que le regaló un rústico palo de golf y unas cuantas bolas y le invadió gustosamente el gusanillo de este deporte. Treviño empezó sus coqueteos con el mundo de golf ejerciendo de caddie con sólo 8 años y enseguida se hizo con los secretos del juego y empezó a destacar por sus habilidades golfísticas. Acudía de vez en cuando a la escuela, pero lo que más ocupaba su tiempo era el trabajo y practicar golf.

A los 17 años, se enroló en el cuerpo de Marines. Cuando se licenció del ejército, cuatro años más tarde, volvió a dedicarse con fuerza al golf y se dedicaba a jugar apostando en campos de la zona de Dallas y El Paso. “No sabes lo que es la presión hasta que juegas por cinco dólares y sólo tienes dos en el bolsillo”, decía refiriéndose a esa época de su vida.

Un momento clave en su vida deportiva fue cuando vio a Ben Hogan en el campo de prácticas del Shady Oaks en Fort Worth. Desde aquel día, Treviño afinó su golf hasta conseguir un fade que le convertiría en uno de los jugadores con mayor precisión de la historia de este deporte. A veces, cuando tiraba con hierro a bandera, se le oía gritar “¡No te muevas, hoyo!”.

En 1960, logró convertirse en profesional de este deporte. A mediados de esa década tuvo lugar un famoso duelo de tres jornadas en el Club El Paso entre el entonces desconocido Treviño y el ya famoso Ray Floyd. Acabaron empatados.

A partir de entonces el nombre del mexicano empezaría a sonar en el concierto del golf norteamericano, y en 1967 cumplió uno de sus grandes sueños: jugar el PGATour, o sea, el Circuito de Estados Unidos. Enseguida demostró su gran valía, y en 1968 ganó el US Open, su primer grande. Desde ese año hasta 1974, vivió sus mejores momentos y consiguió sus más sonados éxitos, ganado en ese periodo cinco de sus seis majors. La temporada de 1971 le fue especialmente fructífera, ya que se impuso en dos citas del Grand Slam: el US Open (derrotó a Jack Nicklaus en un electrizante playoff a 18 hoyos) y el Open Británico, que ganó también el año siguiente. Su último triunfo en un major fue en 1984 en el PGA Championship, que había ganado por primera vez justo una década antes. El único grande que Lee no pudo conquistar fue el Masters de Augusta.

La buena suerte en el campo le acompañó tanto que hasta salvó la vida milagrosamente tras ser alcanzado por un rayo durante un torneo en 1975. A pesar de que las lesiones fueron serias y perduraron, con serios problemas de espalda, pudo recuperar el buen juego que le hizo famoso y en 1980 sumó un nuevo PGA Tour Vardon Trophy, galardón que cosechó en cinco ocasiones. En 1970 fue el número uno en ganancias en el Circuito y en 1971 fue elegido Mejor Jugador del Año.

A lo largo de su carrera en el PGA Tour se anotó 29 triunfos, los mismos que ha conseguido en el Circuito Senior.

Treviño, miembro del Salón Mundial de la Fama del Golf desde 1981, está considerado uno de los mejores y más creativos pegadores de golf.

Entre sus frases más populares destaca ésta: “No existe eso que llaman el toque natural; el toque es algo que tú creas cuando golpeas millones de bolas”, y esta otra: “Siempre he tenido una gran confianza en Lee Treviño, pero siempre he pagado por ello”

También fue muy celebrada esta otra, que no tenía que ver precisamente con el golf: “He sido alcanzado por un rayo, he estado cuatro años en los Marines, he viajado por todo el mundo y estado en todos los sitios que uno pueda imaginar. No me da miedo nada... excepto mi mujer”.

Treviño ganó dinero a espuertas, pero llegó a perder su fortuna en dos ocasiones por culpa de unas inversiones erróneas. l.

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La estrella de los 80

Tardó en incorporarse al Circuito Femenino de Estados Unidos, el LPGA Tour, pero cuando lo hizo y consiguió su primera victoria se convirtió pronto en la mejor jugadora del mundo, y fue sin duda una de las estrellas más populares desde mediados de los 80 hasta mediados de la década siguiente. Elizabeth “Betsy” King, nacida el 13 de agosto de 1955 en Reading, Pensilvania, consiguió su primera victoria en el LPGA en 1984, a los 29 años, y a lo largo de su fructífera carrera deportiva cosechó un total de 34 triunfos, incluidos seis en el Grand Slam. Sus éxitos estuvieron bien recompensados en el terreno económico, y la estadounidense se convirtió en la primera golfista en llegar a los cinco millones de dólares en ganancias obtenidas en competición.

Sus habilidades en el campo de golf se hicieron evidentes desde pequeña, y ya en la universidad, donde tuvo compañera de equipo a Beth Daniel, quien luego formaría parte del Salón de la Fama del Golf, destacó especialmente en este deporte. En 1976 se convirtió en la jugadora amateur mejor clasificada en el US Women’s Open, del LPGA, luego se hizo profesional y al año siguiente lograba enrolarse ya en el LPGA.

Sin embargo, el camino de esta mujer de 1,65 de altura y cabello rubio no fue al principio de rosas, sino más bien de espinas, y su primer triunfo en el Circuito Americano tardaría en llegar siete largos años. Fue en el Women’s Kemper Open, que se convirtió el punto de no retorno y el camino hacia el éxito ininterrumpido. Esa misma temporada ganó dos torneos más y quedó segunda en cuatro ocasiones, logrando quedar veintiuna veces entre las diez primeras clasificadas. Como no podía ser de otra manera, fue distinguida con el título de Mejor Jugadora del Año.

A partir de entonces, Betsy vivió una de las mejores etapas de su carrera, y entre 1984 y 1989 ganó un total de veinte torneos del LPGA Tour, más que ningún golfista, hombre o mujer, en ese periodo. Desde su primer triunfo, la jugadora de Pensilvania se anotó una victoria como mínimo durante los diez años siguientes, siendo su temporada cumbre la de 1989, en la que se impuso en seis ocasiones. Estuvo entre las diez primeras del ranking final de ganancias entre los años 1985 y 1995, y de nuevo 1997. Fue nombrada Jugadora del Año en 1984, 1989, y1993, y terminó el mismo número de veces al frente del ranking de ganancias, en las tres citadas temporadas. En 1984 coronó el año con unos emolumentos de 266.771 dólares en premios.

Curiosa, y en cierta manera frustrante, fue para ella 1993, ya que, aunque fue la número uno en ganancias y registró la mejor media de golpes (también en 1987), ese año quedó segunda nada menos que en cinco ocasiones, incluidos dos majors. Se consoló al menos con una victoria ese año.

En el Grand Slam, King fue sin duda una reina, valga la paradoja idiomática. No en vano, ganó un major por año desde 1987 hasta 1992. Su sexto grande se lo anotó en 1997. Cuando se impuso en el LPGA Championship de 1992 con 68, 66, 67 y 66 golpes, se convirtió en la primera jugadora de la historia en registrar las cuatro rondas por debajo de 70 en un torneo del Grand Slam femenino. Aparte de este triunfo, ganó el Kraft Nabisco Championship en 1987, 1990 y 1997, y el US Women’s Open en 1989 y1990.

En cuanto a competiciones por equipos, Betsy participó como jugadora en cinco Solheim Cup entre 1990 y 1998, y capitaneó en el año pasado a la selección estadounidense en esta competición intercontinental contra Europa, en la que triunfaron las norteamericanas.

La última de sus 34 victorias individuales acaecería en 2001 (ShopRite LPGA Classic). En 1995, con sólo 40 años de edad y coincidiendo con su trigésimo triunfo en el Circuito Americano, se convertía en una de las más jóvenes golfistas en ingresar en el Salón de la Fama de la LPGA.

King, que de 1994 a 2004 tuvo el honor de contar con al menos un torneo con su nombre cada temporada en el LPGA Tour, tuvo un gran compromiso con causas benéficas, colaborando entre otras cosas con agencias de ayuda a niños huérfanos en países de la antigua Unión Soviética.