“La complejidad del mantenimiento de San Roque Club reside en su proximidad al Estrecho“

Natural de Hexham, un pequeño pueblo del norte de Inglaterra cerca de Escocia, Robert Bell, con más de 30 años de experiencia en campos de golf en Gran Bretaña y África, es el greenkeeper de los dos magníficos campos de San Roque Club.

Tanto el Old como el New Course fueron escenarios del Open de España, en 2005 y 2006, ganados respectivamente por los suecos Peter Hanson y Niclas Fasth. El club también ha acogido varias finales de la Escuela de Clasificación del Circuito Europeo, y en su espléndida casa club, erigida en lo que era un espectacular cortijo de la familia Domecq, se relajaron los mejores jugadores del mundo durante la Ryder Cup de 1997, quienes se alojaron en el entonces hotel del resort San Roque Club.

Recomendado por el European Tour para trabajar en San Roque Club, primero en calidad de consultor y posteriormente como greenkeeper, Robert es un hombre de trato afable que conoce muy bien cada recoveco de los 36 hoyos del resort y de las necesidades de mantenimiento que requieren los campos en cada momento.

A la hora de hablar de su labor, dice que la complejidad de estos campos reside en algo que es a la vez bueno y malo: su localización. “Lo mejor”, sostiene, “es la temperatura en verano que son más cálidas en España debido a la localización cerca del mar Mediterráneo, pero lo malo es el viento del Estrecho, que provoca que con Poniente fuerte los greenes se sequen en poco tiempo, mientras que cuando hay Levante el aire es muy húmedo y provoca enfermedades en la hierba”. Para contrarrestar esos efectos y que el campo luzca siempre en buenas condiciones están los conocimientos y el buen hacer de Robert y su bien formado equipo de trabajadores.

“El mantenimiento”, comenta el greenkeeper, “depende de muchos factores: La predicción del tiempo en la zona mezclado con el clima local hace saber cómo afectará el tiempo en los próximos días al campo, los días nublados, los días de sol, las zonas sur o la zona norte, cerca de los lagos, o en la parte superior de la colina, fuertes vientos, todo eso afecta al mantenimiento del campo, por lo que cada área o zona es tratada de manera diferente dependiendo su localización.

Al igual que los socios y visitantes que juegan en San Roque Club y así se lo trasmiten, Robert se muestra especialmente satisfecho del estado de los greenes. “Están siempre rápidos y con un mínimo de entre diez y diez y medio. Es lo que la gente prefiere”.

El buen mantenimiento y las óptimas condiciones de los dos campos del resort se pusieron a prueba con especial énfasis durante este pasado invierno debido a las lluvias torrenciales que anegaron durante unos días muchos campos de golf costasoleños. “Lo que llovió en diciembre“, rememora, “no es normal: en dos días se registraron 554 litros por metro cuadrado, tanto como en todo un año”.

Ante un diluvio de tal magnitud, hubo que acometer trabajos de emergencia para paliar en lo posible los daños y poco a poco, y gracias al gran trabajo que se hizo y a la calidad del mantenimiento, los dos campos de San Roque Club pudieron volver a la normalidad relativamente pronto. Hubo que bregar no sólo con los efectos devastadores de las torrenciales lluvias, sino también con otros derivados de la tormenta, como los que ocasionaron los rayos sobre el sistema de riego, con bombas eléctricas quemadas y otros desperfectos.

“Ningún campo de golf puede estar preparado paras unas lluvias como aquéllas”, dice el greenkeeper de San Roque Club, quien confía en que no vuelvan a repetirse en muchísimos años tormentas de esas inesperadas y devastadoras características.

Como parte constante del plan de mejoras de San Roque Club, los trabajos más fuertes de mantenimiento de los campos del resort se suelen realizar en los meses de diciembre a abril. “Por ejemplo”, señala, “este año la resiembra en las calles se ha hecho con bermuda para mejorar la calidad, y también se han realizado reformas de bunkers en los dos campos, el Old y el New, siempre intentado interferir lo menos posible en el juego de los golfistas y también que los trabajos del campo no coincidan con los torneos o las reservas para temporada alta. Por ello la comunicación entre Lidia (Lidia Muñoz, directora de Marketing y Operaciones) y yo es muy fluida, y así es como debe ser”.

“Lo primordial para ambos”, añade, “y lo tenemos muy claro desde el primer momento, son los clientes y su satisfacción, por lo que hacemos que entre los dos lleguemos a un equilibrio para que yo pueda realizar mi trabajo con las necesidades que necesita el campo y ella pueda vender. Obviamente, siempre estamos expuestos a circunstancias externas que pueden afectar al cliente, como una avería, pero intentamos molestar lo menos posible“, concluye Bell.

Los campos

El Old Course, diseñado por el británico Dave Thomas, ex jugador de Ryder Cup y prestigioso autor de renombrados campos de golf, entre ellos Belfry, se estrenó en 1991 y es uno de los grandes trazados golfísticos de España y de toda Europa. Par 72 de 6.508 metros, el campo discurre en su primera mitad entre una gran arboleda de alcornoques, mientras que la segunda vuelta del trazado presenta mucha más agua, que entra en juego en forma de lagos cerca de los greenes.

El New Course, par 72 de 6.497 metros inaugurado en 2003, fue diseñado por Perry Dye con la colaboración de Severiano Ballesteros. Este campo destaca por su alta calidad técnica, su trazado preciso y su acabado y ajardinamiento impecables. No hay ninguna vivienda en su entorno más próximo, de modo que ninguna edificación perjudica o interfiere en el juego. El día que entrevistamos a Robert Bell estaban jugando en el New Course dos figuras de la categoría de Manuel Piñero y José María Cañizares, a quienes acompañaba otro gran campeón, en este caso amateur, Borja Queipo de Llano.