Había hablado con algunos amigos, parecía que hacía décadas, sobre regalarnos un día de golf en Valderrama, y recientemente se hizo realidad esa decisión. Un tee time en el mejor campo de Europa no puede hacerse al tuntún, así que cruzando los dedos hicimos una petición para una fecha de septiembre. Nuestras plegarias fueron escuchadas y Mercedes confirmó la reserva, y cuando el gran día llegó el tiempo fue, sencillamente, perfecto. Viajando por la autopista desde el corazón de la Costa del Sol me di cuenta enseguida de que mis compañeros y yo íbamos a caminar por las mismas calles que los mejores del mundo habían recorrido en años recientes y me preguntaba qué otros deportes te pueden ofrecer una oportunidad como ésa. Tiger Woods, Phil Mickelson, Sergio García, Padraig Harrington, por mencionar sólo algunos, habían tenido la oportunidad de medirse con este campo con distinto grado de éxito. La charla en el coche recaló en las numerosas dificultades que encontró Tiger en el hoyo 17.
Valderrama es ‘diferente’, y esto se hace evidente cuando uno llega a la barrera que da acceso al club y donde hay un estricto servicio de seguridad. Nos permitieron franquearla, aunque no antes de que nuestro tee time fuera verificado. Mientras chequean nuestra reserva en el proshop, ya nos habían avisado de que en Valderrama no se utiliza el dinero contante y sonante para efectuar pagos (en la tienda, bar o restaurante), por lo que si se quería adquirir o consumir algo necesitaríamos una tarjeta en la que se carga un dinero y con la que pagar en las instalaciones de Valderrama, devolviéndose el importe que sobre antes de abandonar el club. Con la tarjeta en nuestro poder, fuimos al Spike Bar a tomarnos un café y algo de picar, y hay que decir que la atención fue de primera clase. En las paredes del bar, se pueden observar muchas fotos memorables de la Ryder Cup de 1997 y de los campeones de los Volvo Masters disputados en este campo.
Pronto llegó el momento de la verdad y cuando recogimos los buggies nuestros palos estaban ya preparados a bordo, así que nos dirigimos al tee del 1, donde un sonriente starter nos deseó una buena ronda. Con salidas cada quince minutos, el partido de delante había salido del green con antelación suficiente. Desde el tee, todo parecía inmaculado. Ciertamente, el propio tee estaba en mejores condiciones que algunos de los greenes que había jugado últimamente en otros campos. Abriéndose ante mi, se mostraba una calle que no aparentaba en principio ninguna amenaza. Pero las apariencias engañan, y sólo uno de los cuatro salió del green con el par del hoyo como mejor resultado.
El segundo hoyo tiene un gran alcornoque a modo de centinela en medio de la calle y, aunque los árboles se alinean a ambos lados del fairway, es evidente que la posición que se logre desde el tee es fundamental. Esto es válido para prácticamente todos los hoyos si se quiere negociar el campo con un mínimo de éxito. Valderrama no es especialmente largo y no es la clase de campo en el que uno salta en cada tee con el driver en la mano, ya que cada hoyo requiere una buena dosis de cuidado.
La hondonada que había al final de la calle por la izquierda en el hoyo 3, par 3, ha desaparecido y en su lugar se yerguen cien viejos olivos. Además, la superficie del green ha crecido casi un tercio.
Desde el tee del 4, se disfruta de una bella imagen de Valderrama. Denominado La Cascada, se movieron 55.000 metros cúbicos para cambiar la fisonomía de este hoyo y convertirlo en el estelar del campo. Tan buena fue la modificación del hoyo, que el diseñador de Valderrama, Robert Trent Jones, se refirió a él como uno los mejores diez pares 5 del mundo. La clave es golpear recto, aunque llegar de dos a green no está exento de peligros. El green tiene dos plataformas y está guarecido a la derecha por un lago, que incluye cascada, mientras que en el lado opuesto tiene un árbol cuyas ramas seguramente golpearán cualquier bola que llegue desde la izquierda.
Desde el tee del 7, el green parecer estar a kilómetros de distancia. Para los amateurs es un par 5. Durante el Volvo Masters se jugaba como un par 4 y, mirando hacia atrás al tee del torneo, uno se maravilla de las enormes distancias que alcanzan los profesionales, algo que no se aprecia en su plena medida en televisión.
El 8 se llama El Búnker porque el elevado green del hoyo está protegido en su frontal por una vasta extensión de arena. Mientras estamos en el tee, recibimos con alegría la llegada de un buggy con bebidas y sandwichs.
El 9 es un par 4 totalmente recto, con una calle generosa que proporciona un agradable final a la primera vuelta de este campo magníficamente presentado.
Luego hay que pasar junto al putting green y la casa club para ir al tee del 10, donde cobran vida los recuerdos de los playoffs que han dilucidado la victoria en varios Volvo Masters. El más claro en mi memoria fue el del año en que la oscuridad se cernió sobre el campo en plena batalla entre Colin Montgomerie y Bernhard Langer, por lo que se decidió que ambos compartieran la victoria. Hay que tirar hacia el lado izquierdo de la calle por dos buenas razones. La primera, porque desde ningún otro sitio se divisa el green, y la segunda porque toda bola de drive que alcance el lado opuesto de la calle correrá el riesgo de acabar en el lago tras deslizarse por un terraplén. Un segundo lago protege el green por el frontal izquierdo, así que en el approach no hay que errar en la dirección.
La pronunciada caída de izquierda a derecha en la calle del 11, par 5, fue objeto de modificaciones profundas que hacen menos engorrosa la zona de caída para los amateurs. Los profesionales tendrán que esperar un poco más para que sus caídas no resulten tan comprometidas.
El 12 es un bonito par 3 que se juega a un green muy bien resguardado por bunkers, mientras que el siguiente hoyo, un par 4, es el único de todo el campo que no tiene ni un solo búnker.
El 14 es difícil por el hecho de que no se divisa el green elevado al jugar el approach, mientas que la calle del 15 gira suavemente hacia la derecha, donde un gran green está bien protegido por bunkers.
El secreto del 16, par 4, es hacer una buena elección de palo porque la calle cae hacia la derecha y si la bola se quede corta caerá en lugares que es mejor evitar.
Mientras que el 4 puede ser el hoyo estelar del campo, el 17 es uno de los más renombrados, tanto para alabarlo como para criticarlo, en igual medida. Con fuera de límites a la derecha y no mejores perspectivas a la izquierda, el golpe de salida es crucial. Luego el jugador se enfrentará a la gran decisión: tirar a green o no arriesgar y quedarse corto. Incluso si se opta por la opción más conservadora, no significa que el par esté asegurado, ya que el green tiene una famosa caída hacia el lago frontal, y muchas bolas que habían llegado de pitch hasta el green han acabado, rodando suavemente, en el agua. A lo largo de los años, este hoyo ha sido objeto de fuertes críticas por parte de famosos golfistas, sugiriendo incluso uno que debería de ser derruido. Tiger Woods fue uno de los damnificados por la caída del green y varias de sus bolas acabaron a remojo, mientras que Miguel Ángel Jiménez emocionó a su hinchada cuando embocó un albratros, también años ha. El penúltimo hoyo de Valderrama ha sido escenario de muchos desastres, no sólo en numerosos Volvo Masters, sino incluso durante los Campeonatos del Mundo American Express y la Ryder Cup. Y, sin duda, habrá más en el futuro.
El último hoyo tiene un enorme alcornoque en la parte frontal izquierda del tee, y qué crimen habría sido si alguien hubiera escuchado las lastimosas peticiones de algunos jugadores durante un reciente Volvo Masters sugiriendo que se debería talar. Afortunamente, el entonces presidente de Valderrama, Jaime Ortiz Patiño, hizo oídos sordos y el árbol sigue entero en el mismo lugar.
Así, la ronda, caminando por las mismas calles que han pisado los mejores golfistas del mundo, llegó a su final. ¡Vaya día! ¡Vaya experiencia! Valderrama es, de verdad, un campo diferente.