La apertura al juego del campo de golf de Valle Romano, en 2010, fue, sin duda, una de las aperturas más esperadas y deseadas por los aficionados que tienen a la Costa del Sol como su destino preferente para la práctica de este deporte.

Durante años, Valle Romano Golf & Resort se había labrado una imagen de marca que muy pocos han conseguido antes de tener sus instalaciones listas para el juego. Su apoyo importante y continuado al golf de alta competición: Open de España, de Andalucía, Seve Trophy, etc., habían convertido el resort en una referencia para todos los golfistas europeos.

Ubicado estratégicamente entre Marbella y Sotogrande, en las faldas de la montaña de Estepona, el complejo ocupa una extensión de 122 hectáreas, en las que además del campo de golf se construyen siete ‘pueblos’ de ambiente y estilo mediterráneo. Presumen de ser uno de los mejores desarrollos urbanísticos del sur de Europa.

El campo de golf, diseñado por un aventajado pupilo del mítico Robert Trent Jones, Cabell B. Robinson, autor de otros muchos en la Costa del Sol y también en Francia, Marruecos, Suiza, Portugal, Chipre, Italia, China, etc., cuenta con todos los requisitos para convertirse en un futuro inmediato en uno de los recorridos de referencia de la zona. No en vano, dos grandes figuras del golf español identifican su imagen con la del club: Seve Ballesteros y Gonzalo Fernández-Castaño.

Todavía le falta, lógicamente, un poco para estar en perfectas condiciones, pero es ya plenamente jugable. “A las calles creo que les falta que pase un verano para que se asiente y consolide el césped”, me dice Juan Carlos Piñero, asesor de golf de Valle Romano. “Los greenes, eso sí, están ya perfectos”, remarca.

“Al principio”, prosigue, “por la orografía de la finca y su situación, no pensamos que el campo fuese a quedar tan bien, pero Cabell ha hecho un trabajo magnífico”.

“Nunca quisimos complicarlo demasiado par el jugador amateur, y en previsión de traer algún torneo importante de profesionales sí tener la opción de dificultarlo desde las barras de atrás. Evidentemente, son dos campos distintos según desde donde se juegue”, dice Piñero.

Las calles del campo son en general amplias, en especial en la caída de bola desde el tee. Siempre se tiene la sensación de contar con mucho espacio de juego y de que se puede fallar sin tener que ir a una casa.

“En esto”, apunta Juan Carlos, “tuvimos mucho cuidado desde el principio. En el proyecto inicial y después en el diseño, hicimos todo lo posible por evitar que las zonas urbanizadas interviniesen o condicionaran el juego. Que se viesen desde el campo pero que no se llegase a ellas con las bolas, ni intimidasen”.

Es, por supuesto, un campo con movimiento, por la fisonomía del terreno, pero el arquitecto ha conseguido que, salvo dos o tres hoyos, todos se jueguen prácticamente en plano. Los desniveles se salvan de green a tee.

Los greenes son de tamaño medio, tirando a grande en ocasiones. Con bastante movimiento pero suave. Aunque podría definírselos como de estilo americano, no tienen las grandes pendientes y caídas de ellos. Se ha buscado que no sean demasiado bruscos y no vuelvan loco al jugador medio.

Se han plantado en el recorrido muchísimos árboles que aún están por crecer, pero el día que lo hagan va ser éste un campo con muchísima vegetación, lo que sin duda le va a dotar de un valor añadido impresionante.

Para Piñero, aunque lógicamente él es parte implicada, éste es uno de los mejores campos que se han hecho en la Costa del Sol en los últimos años. “Se ha construido mucho en función de la urbanización, y aquí se ha hecho al revés: se ha adaptado la urbanización al campo”, apunta.

Con mi nivel de juego, salir al campo con un jugador de la categoría de Juan Carlos intimida, pero a la vez es un acicate. Así que, deseoso de recibir una lección de golf del maestro, nos dirigimos al tee del 1 una mañana soleada aunque con algo más que una mera brisilla.

El primer hoyo de este nuevo recorrido es un par 5 de 513 metros desde las barras amarillas. La salida está en alto y la calle hace un dogleg hacia la izquierda. Desde el tee se visualiza todo el hoyo y se tiene la impresión de que se puede acortar camino sobrevolando unos árboles de la izquierda, pero hay que hacer de vuelo 260 metros, y eso es muy difícil. Lo mejor es golpear la bola a la derecha de los bunkers con una madera 3 máximo. El segundo golpe será otra vez la misma madera o la 5, también desde una posición en alto, para dirigirse a una plataforma bastante amplia. De tercer golpe, a un green un poco elevado, grande y con mucho movimiento, nos quedará apenas un hierro 9 o menos.

El segundo hoyo es un par 3 de 178 metros con el tee y el green en alto y la calle haciendo una pequeña vaguada. El green es amplio y con un ligero piano. Está bien protegido por bunkers a izquierda y derecha.

El 3, otro par 5 largo, de 513 metros, es posiblemente la única calle en la que las casas pueden intimidar por la parte derecha. El hoyo dibuja un ligero dogleg de izquierda a derecha, y lo ideal es tomar como referencia para el primer golpe una gran roca que hay a la derecha de la caída del drive. Para el segundo golpe, de madera 3 o 5, hay que tener cuidado con el gran bunker que recorre la calle por la izquierda y que mide unos 120 metros. El tercer golpe, si los anteriores han sido buenos, será con hierro corto a un green con caída de derecha a izquierda.

El 4 es un par 4 cortito, de 268 metros, sin ningún obstáculo a la caída de drive. Una vez en el centro de la calle, tendremos una de las vistas más espectaculares del campo hacia el mar. El green, de unos mil metros cuadrados, delimita el horizonte y presenta bastante movimiento, para compensar la facilidad de este hoyo.

El hoyo 5, otro par 4 relativamente corto, de 306 metros, cuenta con un tee en alto y un gran lago que nos va a determinar la salida y el segundo golpe dependiendo de cómo sople el viento. O tiramos madera 3 para no llegar al agua o golpeamos con el driver por la parte izquierda de la calle, con mucho cuidado de no abrir la bola, porque vamos al lago. El segundo tiro, si estamos antes del lago, oscila entre hierro 6 u 8, a un green protegido por el agua por la derecha y por un bunker situado a la izquierda. Es bastante plano y asequible.

El hoyo 6 tampoco es largo: par 4 de 301 metros. La dificultad desde el tee de amarillas está en sobrevolar el lago que afectaba también al hoyo anterior. No es una gran distancia, pero el agua siempre impone algo. Hay una serie de bunkers a la izquierda, a la caída de drive, que nos van a acompañar casi hasta el green. Hay que evitarlos porque hay mucha calle por la derecha. El segundo golpe será corto, a un green amplio y movidito.

El hoyo 7 es un par 3 largo, de 198 metros, aunque a veces, para facilitarlo, las barras amarillas se ponen en las azules, a 153 metros del green, que es amplio y bastante plano, protegido por un bunker en el lado derecho.

 

El hoyo 8 es un par 5 de 498 metros en subida, por lo que se hace más largo de lo que parece, especialmente si hay viento en contra. Es posiblemente la calle más ancha del campo, con unos 70 metros a la caída del drive, por lo que se puede golpear sin miedo, eso sí, teniendo cuidado con el gran bunker que hay a la derecha, que no debería entrar en juego porque hay mucho espacio por la izquierda. El segundo golpe será una madera de calle, y aquí sí ya entra en juego un bunker que hay que intuir en la parte izquierda, porque apenas se ve. Para el tercer tiro utilizaremos un hierro 9 u 8 como máximo y será a un green amplio y con mucha profundidad, protegido por tres bunkers a la derecha y al fondo.

El hoyo 9, que finaliza en la casa club, es otro par 3 largo, de 198 metros. El green es muy largo y llano, pero está muy protegido por bunkers a su derecha, y hay otro, corto, a la izquierda. Con viento en contra, llegar de vuelo no es fácil, por lo que también se suele adelantar la salida a las barras azules, a 179 metros, para hacerlo más llevadero al amateur.

La segunda vuelta de este recorrido comienza con un par 5 larguísimo, de 520 metros, bastante plano, donde todos los obstáculos, los bunkers, están en la parte izquierda de la calle. El segundo golpe, con madera, se complica por los bunkers de la izquierda y porque en la parte derecha se han dejado unos palmitos que había en la finca y caer ahí es perder la bola. El tercer golpe se hace a un green también alargado y amplio, que recibe de abajo hacia arriba. No tiene demasiadas caídas, por lo que no es muy complicado.

El hoyo 11 es un bonito par 3 de 154 metros. Aquí se ha conservado, en la parte izquierda de la calle, el monte bajo natural que había y que se introduce un poco en la calle. El green es muy profundo, protegido en la derecha por un bunker y por el monte bajo de la izquierda, que llega hasta unos cuatro o cinco metros de la plataforma.

El hoyo 12, par 4 de 314 metros, es espectacular porque tiene un desnivel muy acusado desde el tee de salida hasta la calle. Desde arriba se puede tener la sensación de que se puede atacar el green, pero es mejor no intentarlo. Es preferible pegar un híbrido o madera 3 para coger la calle y luego golpear un wedge a un green franco protegido por su izquierda por un lago que lo bordea.

El hoyo 13 es un par 3 de 161 metros en el que entra en juego un arroyo que recorre la calle por la derecha. El green está muy protegido a derecha e izquierda por bunkers y presenta movimientos suaves.

El hoyo 14, par 4 de 361 metros, también está influenciado por el arroyo que discurre por la parte derecha de la calle. No obstante, no hay problemas para sacar el driver porque hay mucho espacio por la izquierda. El segundo golpe, en una calle muy plana, puede variar entre un híbrido o un hierro 7 u 8, dependiendo, claro está, del golpe de salida. El green es largo y estrecho, plano y muy protegido por bunkers a ambos lados.

El hoyo 15, par 4 de 375 metros, discurre cuesta arriba, por lo que se convierte en un hoyo bastante largo. No en vano, es el handicap 2 del campo. Se pega un drive a una calle muy ancha y quedará un segundo golpe largo, con madera 3 o 5, dependiendo del nivel de juego. Atacamos un green sin bunkers frontales que recibe también en ligera pendiente, de abajo hacia arriba, y sin mucho movimiento.

El hoyo 16 es un par 5 de 483 metros en el que la caída de drive es amplia, por lo que se golpea sin miedo. Hay un bunker a la izquierda que es el que nos dará la referencia para el tiro, porque la calle dibuja un ligero dogleg. El segundo golpe puede ser con madera si arriesgamos o si no de híbrido o hierro para quedarnos antes del bunker que hay a la derecha y de unos arbustos que se han dejado a la izquierda. El tercer golpe será un approach con un wedge a un green grande que profundiza por la derecha y está defendido por un bunker frontal. Hay que calcular bien la distancia porque por el fondo hay otros dos bunkers que nos esperan.

El 17, par 4 de 315 metros, vuelve a tener una calle bastante ancha y es el hoyo con más bunkers del campo. De segundo golpe estaremos pegando un hierro 8 o 9 a un green pequeño y protegido que recibe en ligera pendiente y simulando distintas plataformas que no llegan a ser tales.

El hoyo 18, par 4 de 341 metros, es uno de los emblemáticos del campo. Está en ligerísima pendiente y desde la salida se ve toda la calle, el green y la casa club al fondo. El drive no tiene problemas, pero hay que andarse con cuidado con un bunker situado a la derecha, justo a la altura de caída de bola. El segundo golpe se puede pegar con hierro 5 o 6, máximo un híbrido, a un green grande y amplio protegido por la derecha y por una vaguada antes de llegar, a la izquierda, que hay que sortear porque si no todas las bolas van a quedarse ahí.

Jugar este campo por primera vez es todo un reto, y por supuesto se tiene la sensación de poder haberlo hecho mejor, por lo que volver es casi una necesidad imperiosa.

Se trata de un campo todavía joven que mejorará muchísimo con el paso del tiempo y cuando la vegetación esté más crecida.

El trabajo hecho aquí por Cabell B. Robinson está a la altura de sus mejores diseños en la Costa del Sol.

Y a las bondades del campo hay que añadir unas instalaciones espectaculares en la zona de la escuela, una magnífica casa club y un restaurante de primer nivel capitaneado por el antiguo cocinero de La Quinta cuando allí estaba La Dorada.